La ONU ha acogido este lunes, por primera vez en sus 71 años
de historia, una cumbre dedicada a los refugiados y que concluirá con una
declaración suscrita por los 193 países del organismo vacía de contenido
político y legal para afrontar el mayor éxodo de personas que huyen de
conflictos y persecuciones desde la Segunda Guerra Mundial. El documento final,
que no es vinculante y cuyos principios están ya contemplados en las
legislaciones nacionales, ha sido duramente negociado hasta la última coma y es
considerado insuficiente por las organizaciones de derechos humanos.
“Llegó la hora de cambiar la orientación”, emplazó al
arrancar la cumbre Filippo Grandi, alto comisionado de ACNUR (la Agencia de la
ONU para los Refugiados). El objetivo es tratar de cambiar la suerte de los 65
millones de refugiados y desplazados que han tenido que abandonar sus hogares
por la guerra y la persecución. Por eso recalcó la necesidad de adoptear
políticas eficaces para garantizar la seguridad de las personas que se ven
forzadas huir en busca de protección. A estos se les suman 244 millones de
migrantes. Si fueran un país, su población sería mayor que la de Brasil y
tendría un producto interior bruto comparable al de una nación medio europea.
Peter Thomson, presidente de la Asamblea General, marcó el
tono del debate al señalar que la comunidad internacional afronta la peor
crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, y denunció el lenguaje de
odio que se está lanzando contra los migrantes y refugiados. Según los datos de
las Naciones Unidas, hay 24 millones de refugiados, es decir, personas que se
han visto forzadas a abandonar sus países por la guerra o por ser perseguidos.
A estos se suman 40 millones de desplazados internos, personas que han dejado
sus casas pero no han cruzado a otro país.
La guerra civil de Siria ha desatado un éxodo hacia los
países vecinos y hacia Europa que ha colocado la cuestión de los refugiados en
el centro del debate político y ha impulsado el auge de los partidos
populistas. Los países europeos explicaron que su prioridad es “restaurar el
orden” de sus fronteras externas para evitar la situaciones de desbordamiento
que se vivieron en 2015. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk,
defendió un enfoque pragmático y citó los acuerdos que se negocian con los
países emisores y de tránsito de la inmigración irregular.
“Hay que convertir el miedo en esperanza”, añadió el
secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en la apertura de la cumbre. La
declaración de Nueva York establece en este sentido una serie de principios
generales como la protección de los derechos humanos de los refugiados, aboga
por incrementar el apoyo a los países que acogen más asilados, garantizar que
los niños tengan acceso a la educación o reforzar las operaciones de búsqueda y
rescate de migrantes. Más de la mitad de los refugiados que hay en el mundo
están acogidos en solo seis países (Turquía, Pakistán, Líbano, Irán, Etiopía,
Kenia y Uganda)
La cumbre busca establecer un denominador común para
afrontar los grandes movimientos de personas. Pero la confrontación política en
este asunto provocó una dura negociación entre los firmantes. La Unión Europea
y Rusia evitaron que se adoptara un compromiso concreto para ampliar las vías
para dar puertos seguros a los refugiados. EE UU, por su parte, se resistió a
que se hiciera una mención para evitar la detención de migrantes menores en la
frontera.
Los anuncios fueron individuales. Japón aportará 2.800
millones de dólares durante los próximos tres años en concepto de asistencia
humanitaria. China ofreció por su parte 100 millones adicionales en ayuda, en
el marco de un fondo que ya tiene con la ONU dotado de 1.000 millones. El
presidente estadounidense, Barack Obama, convocó precisamente para este martes
un evento paralelo a la Asamblea General en el que 40 países anunciarán
aportaciones financieras.
El clamor de las víctimas
La declaración de Nueva York, por tanto, se queda corta ante
lo que Nadia Murad Basee Taha, una joven yazidí de Irak a la que el ISIS
esclavizó sexualmente y ahora embajadora de buena voluntad de la ONU, calificó
como “una Tercera Guerra Mundial”. “Ustedes deciden si otra niña como yo va a
poder llevar una vida sencilla o se va a ver obligada a vivir con sufrimiento o
ataduras”, emplazó en su discurso ante los líderes mundiales. “Queremos que se
nos vea, se nos escuche y se respete nuestra dignidad”, añadió Eni Lestari
Andayani, de la Alianza Internacional de Inmigrantes.
Todo se aplaza a 2018, cuando se quieren crear dos compactos
-grupos integrados por países, organizaciones civiles, sector privado y
organismos- para asistir a los refugiados y migrantes. “Vivimos a las puertas
del infierno”, afirmó ante el plenario el refugiado sirio Mohammed Bradan,
mientras leía un mensaje que le llegó desde su país. “Si los líderes no son
capaces de encontrar una solución a la crisis, esta cumbre será como todos los
demás”, advirtió. En este sentido, Ban Ki-moon dijo que esta cumbre solo tendrá
un significado real si se cumplen las promesas.
Antes incluso de comenzar la reunión, los grupos de derechos
humanos expresaron sus críticas. “Es una oportunidad perdida”, según Kenneth
Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. Considera que mientras los
Gobiernos no muestren un compromiso político firme para hacer frente a las
causas de las guerras y la violencia, los desplazamientos forzados seguirán
creciendo. Winnie Byanyima, de Oxfam Internacional, opina que la cumbre se
queda corta en su exigencia de compartir responsabilidades para proteger mejor
a las personas que se ven forzadas a abandonar sus hogares. “Necesitamos ver a
los países acogiendo a más refugiados y ofreciéndoles trabajo y educación”.
“Muchos Gobiernos temen ver está cuestión influyendo en sus agendas políticas
pero deben cumplir sus obligaciones bajo la legislación internacional y
demostrar empatía hacia los más vulnerables”
Fuente:
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/09/19/actualidad/1474295600_867075.html