Médicos, abogados, fontaneros o comerciantes, cuyas vidas
eran muy similares a las de los españoles, tuvieron que huir de sus casas para
salvar su vida tras el estallido del conflicto en marzo de 2011.
En 2011 parecía abrirse una nueva era en Siria, en la que
jóvenes y adultos salieron a las calles a grito de «Dios, Siria, libertad».
Seis años después la vida de los sirios es radicalmente
distinta a como imaginaron. Médicos, abogados, fontaneros o comerciantes, cuyas
vidas eran muy similares a las de los españoles, después de marzo del 2011
tuvieron que huir de sus casas para salvar su vida. El Comité español de ACNUR
ha lanzado una campaña para sensibilizar a los españoles y hacer un paralelismo
entre su vida y la de los refugiados: qué estaban haciendo unos y otros antes
de que comenzase la guerra y cómo ha cambiado su vida desde entonces. En Siria
las ciudades bombardeadas apenas son reconocibles y la vida de millones de
personas nada tiene que ver con lo que un día fue.
«Antes teníamos a nuestros familiares cerca. Ahora no
tenemos la casa donde hemos nacido y crecido», dice una de las jóvenes sirias
entrevistadas por el Comité español de ACNUR. Tres de cada cuatro sirios han
tenido que huir de sus casas, de los que el 73% son mujeres y niños. En 2013
Siria superó a Colombia como el país con más desplazados internos del mundo:
hoy cuenta con 6,3 millones y 4,9 millones de personas refugiadas. Han tenido
que dejar sus casas y buscar un refugio seguro en países vecinos como Turquía
(2,91 millones), Líbano (1 millón) o Jordania (656.000).
Kareem tiene 65 años. Huyó junto a su mujer y sus 14 hijos
de su aldea de Homs en Siria. «Me fui de Siria porque temíamos que iban a
volver a matarnos a todos», comenta. Sin trabajo y nada que hacer, la vida en
un campo de refugiados como el de Azraq, en Jordania, se hace muy tediosa. Para
hacer más llevadero su día a día, Kareem construyó un gran avión de juguete
para sus nietos, empleando materiales a los que tenía acceso: alambres,
cuerdas, hojas de aislamiento… Ahora se ha convertido en un constructor de
juguetes y alegra la vida de muchos pequeños en el campo. «Los aviones me
encantan. Esto me ayuda a aliviar el estrés», apunta el juguetero.
En el vídeo de ACNUR, los españoles cuentan cómo en estos
años han estudiado, han visto crecer a sus hijos o han podido mejorar sus
perspectivas de futuro. «Quiero cambiar la percepción de los refugiados que
tiene la gente», afirma Yusra Mardini, que vivía en Siria hasta que la
situación se hizo insostenible para seguir allí. Su padre le entrenaba junto a
su hermana para ser nadadoras de competición antes de la guerra y eso, precisamente,
le ayudó a salvarse tanto a ella como a otras 18 personas con las que
naufragaron en el Mediterráneo a bordo de un barco de traficantes. Desde
entonces, Yusra no ha dejado de nadar y representó a quienes han tenido que
huir con el Equipo Olímpico de Refugiados.
Siria vio nacer en 2011 un movimiento de protesta popular
«desde abajo», parecido a Egipto o Túnez. La mayoría de los sirios vivía en
Alepo, la ciudad más grande del país, en Damasco, la capital, o en la ciudad de
Homs, donde empezó todo. Seis años después, de Homs y Aleppo solo quedan sus
ruinas, más de 260.000 personas han muerto y otras 14 millones más necesitan
ayuda. Antes del 15 de marzo de 2011, la vida de millones de sirios era muy
similar a la de los españoles. Pero no han tenido las mismas oportunidades para
elegir qué hacer con sus vidas.