Los restos del pequeño Samuel, que murió en un
naufragio de una patera, descansarán en Barbate. Los de su madre, que le
acompañaba, en Argelia.
Aimé Kabamba, padre de Samuel y esposo de Veronique, (a la derecha) en Cádiz. ISABEL LAGUNA (EFE)
La tradición africana marca que, ante un acontecimiento
importante, “sea triste o alegre”, le corresponde intervenir al hermano mayor:
“Voy a hablar de una tragedia que ha alcanzado a una familia, en particular la
tragedia de mi hermano”. Así es como Pierre Sembo, hermano de Aimé Kabamba, ha
explicado esta mañana en Cádiz las circunstancias que rodearon a la muerte en
aguas del estrecho de Gibraltar del menor Samuel, hijo de Aimé y sobrino de
Pierre. Ante un padre visiblemente afectado, ha reconocido que el triste desenlace del pequeño de seis años,
que apareció ahogado el 27 de enero en la playa de Zahora (Barbate), y de su madre Veronique
Nzazi, se debieron a los problemas médicos que sufría la progenitora.
Tras dos operaciones fallidas en la capital de la República Democrática del
Congo, país de la familia, Nzazi decidió trasladarse a Europa para que le
trataran de un tumor cerebral que padecía. Se llevó con ella a su hijo pequeño
“debido a los problemas pulmonares que sufría”, tal y como ha añadido el padre.
Los dos hermanos, Aimé y Pierre, han comparecido esta mañana en el Centro Tierra de Todos,
dependiente del Obispado de Cádiz, con un claro mensaje: “Queremos dar las
gracias a toda la sociedad española y a su Gobierno por el apoyo prestado”, ha
reconocido Sembo.
Pero, con el relato de los hechos, buscaban sobre
todo visibilizar una “una tragedia que se está extendiendo para alcanzar otros
lugares”, como ha añadido el tío del niño. “Soy pastor evangélico y mi esposa
falleció al mismo tiempo que Samuel”, ha explicado Aimé. El periplo de su mujer
comenzó hace más de ocho meses, “cuando el médico le recomendó que se fuera a
otro lugar para operarse, debido a la falta de material quirúrgico”, como ha
puntualizado Sembo. Entonces decidió intentar llegar a Europa y, para ello, se
trasladó a Marruecos para solicitar un visado. “Pero ocho meses después de
llegar seguía sin visado”, ha añadido el cuñado de Nzazi por una espera que se
dilató “ante la lentitud burocrática de todo el papeleo”.
La mujer hablaba tres veces al día con su marido.
“Me decía que estaba bien y tranquila, que todo iba bien”, ha añadido Kabamba.
Sin embargo, el 11 de enero fue el último día que tuvo noticias de ella, según
ha reconocido emocionado. La desesperación hizo que la mujer, educadora en la
iglesia de su marido, se decantara por optar por una embarcación hinchable para
intentar alcanzar un tratamiento en Europa a las enfermedades de su hijo y
suya.
Entierro en Barbate
Tras dos días sin saber nada de su mujer e hijo, un
conocido avisó al padre de que había visto una noticia a través de redes
sociales sobre el naufragio de una embarcación hinchable ese 11 de enero. “Ahí
empezó la búsqueda”, ha reconocido Kabamba, que temía del fatal desenlace, pese
a que su mujer “nunca reconoció su intención” de cruzar el Estrecho en patera. Las pruebas de ADN confirmaron a principios de esta
semana que el pequeño
que apareció ahogado en la costa gaditana era su hijo, aunque él ya vaticinaba
el resultado tras haber visto las fotos del pequeño. "Sabía a ciencia
cierta que era él”, ha declarado. “Lo único que tenemos que decir de todo esto
es que nos enteramos de los resultados por los medios y nos quedamos muy
impactados”, ha añadido Sembo.
Tras consultar con su familia, ambos hermanos han
decidido que el cuerpo de Nzazi, de 45 años, descanse en Argelia, donde
apareció días después del naufragio. “Los restos estaban muy mal y la familia
ha preferido que descanse allí”, ha dicho el marido. Samuel, en cambio, será
enterrado el próximo viernes 10 de marzo en el cementerio de Barbate a las
12.00. “El resto de la familia no iba a comprender que trasladásemos al niño y
no a su madre así que es mejor así”, ha explicado el padre.
Tras el entierro, los dos hermanos y el amigo
regresarán a su país. “Allí nos reuniremos con la familia para explicarles bien
lo ocurrido. Luego, iremos a Argelia a visitar la tumba de mi mujer y puede que
volvamos a España para ver la de mi hijo”. Un duelo necesario ante el dolor de
la familia, como ha sentenciado el padre: “Tenemos que hacerlo porque algunos
de nuestros hijos aún no pueden creer que su madre haya muerto”, ha concluido.