Miles de niños
refugiados y migrantes arriesgan su vida en el norte de África para llegar a
Europa.
Pati tiene solo
16 años y ya ha emprendido uno de los viajes más peligrosos del mundo.
Salió de Nigeria
en busca de una vida mejor. Su objetivo, como el de miles de niños refugiados y
migrantes, era llegar a Libia, desde donde poder cruzar el mar Mediterráneo y
llegar a Europa. Para ello, tuvo que cruzar el desierto en una travesía que
duró 2 semanas. Durante el camino pasó 1 y hasta 2 días sin beber agua.
A pesar de la
dureza de la travesía, Pati consiguió llegar a Trípoli y subirse a una de las
lanchas que las mafias utilizan para transportar migrantes hasta Europa. Pero
la embarcación volcó y la policía libia detuvo a todas las personas que iban a
bordo y las llevó a uno de los centros de detención para migrantes que existen
en el país.
Las condiciones
de estos centros, en los que se hacinan cientos de personas, son pésimas. En
cada celda llegan a dormir hasta 10 personas encima de mantas tiradas en el
suelo y la insalubridad se respira en el ambiente. “No hay electricidad, ni
medicinas, ni baños, ni agua, ni comida para todos. Nos estamos enfermando y no
hay ningún doctor que nos ayude”, nos cuenta Pati.
Abusos y
explotación para los niños refugiados
A lo largo de la
ruta desde el norte de África hasta Italia, los niños refugiados y migrantes
sufren violencia sexual, explotación, abusos y detención de forma sistemática.
Así lo demuestra nuestro último informe sobre las condiciones de vida de los
niños en la ruta migratoria del Mediterráneo central.
Tres cuartas
partes de los niños refugiados y migrantes entrevistados en nuestra encuesta
dijeron que habían sufrido violencia, hostigamiento o agresión a manos de
adultos en algún momento del trayecto. Además, casi la mitad de las mujeres y
niños entrevistados denunciaron haber sido víctimas de abuso sexual durante la
ruta, una o varias veces.
En el momento de
la encuesta había 256.000 migrantes registrados en Libia, entre ellos 30.803
mujeres y 23.102 niños, de los cuales una tercera parte no estaban acompañados
por ningún familiar. Se cree que las cifras reales, sin embargo, son al menos
tres veces más elevadas.
Además de estos
horrores, cuando consiguen subirse a las embarcaciones para llegar a Europa,
muchos se ven atrapados en una trampa mortal. El año pasado, al menos 4.579
personas murieron intentando cruzar el Mediterráneo desde Libia, o 1 de cada 40
de los que lo intentaron. Se calcula que al menos 700 de los que perdieron la
vida eran niños.